Saturday, May 22, 2021

V = I . R

Estando en quinto grado, uno de mis tíos nos visito a la casa. El venía de Maracay y pasaba un sábado o domingo por Casalta,  ese día mi mamá se esmeraba por hacerle una buena sopa. Aquel sábado después de la sopa, en la mesa de la casa el sacó un papel de no se donde y escribió:

V = I. R

Me explicó que el voltaje era igual a la resistencia por la intensidad de la corriente. Despejó después la ecuación y me dijo lo que era la resistencia y la intensidad. Me habló de circuitos y otras cosas más. A ciencia cierta, yo no entendía lo de letras que se pudieran multiplicar. Me gustaban los números, pero lo de símbolos que se usaban para escribir siendo comodines para cosas de contar me resultaba un poco esotérico.

Pero es que mi tio Chucho era asi. Era una mezcla de ciencia con lo etéreo. El hablaba de los átomos, de las fuerzas elementales, y el poder del pensamiento. Cruzando todo en oraciones que denotaba un manejo cómodo de esos temas. Y es que el chocheca era considerado el mas inteligente de los hermanos. Con un grado de Ingeniería Mecánica de cuando las universidades colombianas eran mas exigentes que un seminario. Con innumerables libros de cuanta cosa escribian los metafísicos. De una praticidad que parecía a veces indiferencia, aunado con una paciencia que ponia cualquier desaire como la última posibilidad.

Mi tío se preocupaba por lo que comía. Bromeando nos decía que dejaramos de comer cadaveres (asi llamaba el a la carne), por que eso era puro mortecino (palabra que sólo la he escuchado en Colombia). Lo recuerdo terco como buen Rangel. En un viaje a Colombia en el que me llevó, en la camioneta beige que le robaron años después, me despertó el sol de mediodia con él pidiendo cola para buscar gasolina. A pesar que se le habia dicho que pusiera antes de salir. Al final alguien en una moto lo acercó a una bomba.

Ya estando en bachillerato mi tío me regalo una enciclopedia de electrónica y un curso de electrónica por correspondencia. Y me dediqué a hacer los ejercicios y estudiar lo que podia. Desde entonces lo de las letras y numeros ha sido lo mío y la electronica se convirtio en lo que me gustaba. Asi que mi tío Chucho también es partícipe de mi carrera.

El Chucho separó una pelea conmigo y mi papá cuando la muerte de mi abuelo. Me buscó trabajo en una planta de la Ronco durante unas vacaciones de electricista. Siempre venía con un bulto de pasta para la casa. Le compraba los pañitos tejidos a mi mama, para que ella tuviese algo de dinero (y con eso fue que por fin pudimos cambiar los muebles). Repetia el mismo chiste una y otra vez hasta el cansancio. No dejaba de decir que piensa lo bueno y se te dara. Y tenia una sonrisa que siempre se la regalaba al que se lo encontrara. 

Yo en realidad no creo en cosas divinas. Pero al Chucho lo que es del Chucho. En sus propias palabras:

"Aunque los tiempos son dificiles para todos. Hasta que aprendamos a vivir sin guerras y como verdaderos hermanos. Esto es lo que merecemos, por ahora. El pensamiento siempre en alto. Pues sólo la mente crea, el sentimiento impulsa y la palabra decreta. Somos lo que pensamos y en eso nos convertimos. Sobrino piénsalo y analízalo, no hay casualidad, sino causalidad.  (...) 

Somos los autores de nuestra propia vida. Esto lo hablamos mas largamente un día con una cerveza sobrino."

Es posible que mi tío estaba en lo cierto. Y que en algún plano de esos que el mencionaba tanto me está esperando. Y allí cuando yo llegue podamos sentarnos por esa cerveza y me explique otra ecuación de alcance universal. Por lo pronto, me la tomaré yo; brindando por su memoria y agradecido por sus enseñanzas.

Thursday, March 11, 2021

"Paaaaakaaa"

El bigote de Serapio era tan marcado como su acento gallego. En realidad no sé cuando empezó a enseñar en el Jesús Obrero, o al final de cuentas cuando dejó de hacerlo. Pero me resulta difícil pensar en mi liceo sin que su nombre aparezca como protagonista. Era testarudo en su pedagogía. Cada año buscaba al estudiante que tomaba las mejores notas y así usaba su cuaderno como guía para el año siguiente (en mi año, 1991, el cuaderno de Franklin Gutierrez fué el elejido). Serapio enseñaba electrónica. Empezaba con las cargas positivas y negativas. Donde la distribución de esos paquetes de electrones (o protones) te hacía usar notación polar or rectangular. Continuaba después con la ley de Ohm, y seguía con Norton y Kirchoff. Y si no aprendías como pasar de triángulo a estrella al calcular un circuito, seguro que ese examen no lo ibas a pasar. Después era el turno de la corriente alterna, y sin saber cómo, comenzabas a usar números imaginarios para poder incluir condensadores y bobinas en los circuitos. De allí tenías que rectificar factores de potencia, y ya todo se volvía una mezcla de números, ángulos, y  la raíz cuadrada de la unidad negativa. Pero Serapio fué más que el facilitador de todo ese conocimiento. Exactamente treinta años atras, mi madre murió sin previo aviso (que problema que toda la gente buena se muera en Marzo). Y aún recuerdo a Serapio callado, sentado en el funeral. No me decía nada. Y allí con todo su conocimiento y su silencio supo apoyarme en ese rato. El no me trató distinto, supongo que lo hizo por respeto. Pero cada tanto me preguntaba por mi papá y mi hermana. Es que eso de ser un buen maestro y mejor persona se le daba bien a ese gallego bigotudo. Es una pena que nunca se lo pude decir. 

Yo enseño ahora. Y pensándolo bien algo de ese Serapio se me pega a veces en las clases. Y en muchas ocasiones quisiera gritarles "Bobiiiitooos", para que se despierten. Y así sepan que si no hacen lo que deben, lo más seguro es que cuando prendan todo, su sistema será un sólo "Paaaaakaaa". 

Monday, February 15, 2021

El Menú

 No sabía para qué servía el horno de la cocina. Mi mamá no lo usaba. La puerta sólo se abría para guardar ollas y para sacarlas. De pequeño me parecía bastante práctico tener todas las cacerolas a la mano. Aunque a veces mi mamá horneaba plátanos que servía con queso y tenía que sacar todas las ollas. Y todos los peroles quedaban esparcidos en el suelo de la cocina. Pero mi mamá no horneaba tortas, galletas, ni pastichos, ni nada de lo que las otras mamás hacian en sus hornos. Lo de mi mamá era picar ají dulce, cebolla, y ajo. Hacer un sofrito que al final terminaba sirviendo para todo eso rico que ella cocinaba. De esas cosas que aparecia magía. Esa señora siempre picaba los mismos ingredientes y al final cocinaba distintas cosas. Era como si los ingredientes fueran un lego de comida, y ella usando las mismas piezas podía hacer una sopa de pollo o una carne mechada. Despues de viejo, yo  aprendí a usar el horno. Y horneo pan, y hasta el de jamón también (que ya mi hijo sabe preparar). Pero no heredé su alquímia de cocinar de todo con pocos ingredientes. Yo debo hecharle una infinidad de ingredientes a un guiso y gastarme una mañana para que sepa remotamente como cualquier cosa que mi mamá podía montar en media hora. De todas maneras, a veces me sale bien y pasa que algo de sus sabores se dejan colar en mi comida. El plato me sabe "casero".  Casero significa que sabe como si Imelda hubiése cortado los vegetales en la mano (cosa que tampoco sé como hacer) y al echarlos en la olla algo de su cariño se mezcló con lo que se cocinaba. Sirvo esa comida orgulloso. Poque ese cariño que ella me daba en su arroz con tajadas y carne no se acabó cuando ella se fue, sino que ahora se sirve en otro menú.