La primera comunión tuvo lugar en una iglesia que quedaba en un sótano. No hubo fiesta después. Sólo las respectivas fotos del niño arrodillado y sosteniendo el diminuto libro de oraciones que jamás iba a volver a leer. Fue un sábado. Y la tarde pasó sin novedad, sólo el pequeño jugando con su nuevo reloj CASIO, que aunque no tenía luz propia tenía tres sonidos distintos para la alarma. El domingo comenzó normal, con la misa en la mañana y el respectivo helado después. Ya en la tarde, el niño buscando algo con que jugar encontró una caja con balas de distintos tamaños y colores. La información que él manejaba acerca de esos artefactos era casi nula, así que decidió utilizar el método científico y establecer sus propias conclusiones.
Lo primero que observó fue que unas balas tenían el circulo del fulminante (la parte que se golpea para accionarla) de papel y otras lo tenían de metal. Así que usando un clavo y la destreza que provee la curiosidad, les quitó el pedazo de papel a todas las balas. Vació la pólvora y le prendió fuego para su entretenimiento. Hasta ahora todo había sido manejado de tal forma que un niño de nueve años había logrado desactivar más de cinco balas sin ningún accidente y además en una clandestinidad absoluta. El problema vino cuando sólo quedaron balas con el círculo de metal. Allí un martillo entró a la escena. Y el pequeño científico usó el mismo clavo, pero ahora golpeándolo con la nueva herramienta.
La experiencia sólo pudo ser realizada una vez. El estruendo lo dejó atontado. Después de unos segundos, pudo entender que estaba en problemas. Se comenzó a revisar el cuerpo y el resto del cuarto. Una mancha de sangre estaba en la mitad del vidrio del escaparate de su hermana. Pero él no se veía ninguna herida. La mamá entro al cuarto, y viéndole la mano pegó un grito. La bala sólo alcanzó a rozar la punta del dedo medio de su mano izquierda y no hubo nada que lamentar.
El pequeño fue curado en casa y mintió en su colegio acerca de la venda, diciendo que se había quemado en la parrilla por su primera comunión. El chiquillo nunca fue castigado formalmente, quizás porque fue uno de esos pocos accidentes sin trágico final, a pesar de que envolvía balas y un niño . Así que el recuerdo de la primera comunión se vio opacado. Ya adulto, la conmoción de aquel día y la certeza de haberle quitado años de vida a su madre por culpa del susto es un recuerdo más fuerte que el de haber recibido la comunión.
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