Wednesday, April 1, 2009

Betadermo

En la casa había un Betamax. Era un Sony SL8200. Un aparato que pesaba como seis kilos y que cuando se prendía le sonaba un motor como a un Volkswagen. El vendedor vino a la casa y lo instaló, lo conectó a nuestro televisor Zenith de 13 pulgadas. El tipo nos inició a la piratería: con la compra del Betamax, recibimos una copia de Bambi y del Zorro y el Sabueso. Para poder meter el cassette (no se si se llama de otra forma), uno presionaba el botón Eject. Luego de un incesante "mecaneo", el perol expulsaba un receptáculo en el tope, con una fuerza que espantaba. Allí uno colocaba la cinta y después lo cerraba. Entonces, se podía escuchar como la máquina "cargaba" la cinta. Le tomaba como 20 segundos en hacerlo. Después de todo esto, ya se podía ver la película. El Betamax fue una revolución en la casa (sin boinas ni colores específicos). Pero como en toda revolución hubo sacrificios: el elefante de cerámica preferido de mi mamá.

En la casa (como en muchas casas todavía), había "pañitos" tejidos y cerámicas de todo tipo. Esos dos eran como el Ying y el Yang. No podía haber cerámica sin su respectivo pañito y viceversa. La bailarina de la mesa de centro con el pañito de flores amarillas. El jarrón del ceibot (no me van a creer pero busqué esa palabra en internet y las únicas fuentes son venezolanas) con su pañito blanco de aros. El cofrecito de guardar botones con el paño rosado de cuadritos. Y así por toda la casa.

Resulta que el pobre elefante terminó encima del Betamax, con un pañito de tréboles blancos. Duró solamente una película. El que escribe presionó Eject, sin quitar el paquidermo primero. El Betamax abrió su compuerta y lanzó al aire al elefante y al pañito. Yo vi todo como en cámara lenta, y hasta pude observar la parábola que describía el estático animal blanco al caer.

Me gané otro regaño. Pero ya no hubo mas figuras sobre el Betamax. Y desde entonces, el pañito encima de ese perol fue el único sin su respectiva cerámica.

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