Tuesday, February 26, 2008

Toripollo

Era la ceremonia de la luz. O una de esas ceremonias simbólicas que se realizaban en las convivencias. Después que todo el mundo había aceptado (voluntariamente o no) la luz, se abrió un espacio donde cualquiera podía compartir problemas personales u otra vivencia que considerara importante. Hubo un silencio total. Las velas que cada quien tenía en sus manos y la fogata en la chimenea eran las únicas luces. El salón era bastante amplio y estábamos sentados formando un gran círculo. Uno de los seminaristas empezó a hablar con un tono solemne, y empezó a comentar acerca de su vida y como el Señor había obrado en él. Todos nos mirábamos a las caras, pero nadie se atrevía a hacer un gesto o ni siquiera sonreír. Al parecer, de verdad había algo divino en el salón. El seminarista terminó. Era agradable sentir el calor del fuego y escuchar los chispoteos de las ramas quemándose. Por fin uno de nosotros empezó a hablar.

-"De verdad, hay algo que tengo que decir. A mi no me gusta que me digan Toripollo..."

Todos quedamos a la expectativa, nunca pensamos que lo del sobrenombre fuera tan importante. Mucho menos como para ser traído precisamente en ese momento. Entonces una de las pocas mujeres (demostrando otra vez la valentía del sexo femenino), grito:

-"Toripollo! Toripollo! Toripollo!"

Y el pobre Toripollo hasta el día de hoy, no ha podido escapar de su sobrenombre.

Saturday, February 23, 2008

Felicidad

En noveno grado, después de leer algunos libros durante las vacaciones, me declaré ateo. Debo reconocer que al principio era más por rebeldía que por convicción. Nunca dejé de ir a ninguna misa, ni tampoco de participar en convivencias, pero poco a poco fui perdiendo eso que mi papá llamaba "el temor de Dios". Cosa que él explicaba diciendo que no le tenía "miedo" a Dios, sino "temor". De todas maneras con temor o sin el, una enseñanza de los jesuitas que siempre me ha acompañado (y que diariamente uso) fue: la verdadera felicidad consiste en hacer el bien a los demás. Creyendo en Dios o no, es cierto.

Friday, February 22, 2008

Dibujo Técnico

El colegio era de Jesuítas, aunque no tenía ningún maestro que fuera sacerdote. La idea, que me parece genial, era la de proveer al estudiante con los conocimientos necesarios par poder ejercer un oficio lo más pronto posible. Todo esto al mismo tiempo en que se enseñaban las mismas materias que en otras primarias. La diferencia estaba en la clase llamada "Formación para el trabajo". Que en las mentes de los que dirijían el plantel, era enseñar como dibujar y trabajar la madera. Lo de la madera se puede explicar por lo de la carpintería de San José, pero me cuesta imaginar un santo con una regla T y un compás tratando de hacer un triángulo equilátero en papel pergamino y con tinta china. De todas formas, algo saqué de la clase de Dibujo Técnico. Aprendí que mi mamá mantendría su palabra así me costara puntos en el boletín. Y además que mi papá era tan noble que a pesar de llegar del trabajo de madrugada (era mesonero) iba a salir corriendo al colegio a ayudarme en lo que fuera.

El asunto era que los trabajos de Dibujo Técnico se guardaban en una carpeta personalizada. Para evitar que las laminas se dañaran (cosa probable en las manos de un niño de 10 años), uno traía la carpeta sólo los días en que tenía clase de Dibujo Técnico. Si se te olvidaba, estabas frito. Yo me freí varias veces. La primera vez que pasó llamé a la casa (usando un teléfono publico de los grises de discado) y le pedí a mi mamá que me trajera la carpeta; ella lo hizo. La segunda vez volvía llamar y ella lo hizo otra vez. Pero me dijo que no la volviera a llamar por eso. La tercera vez que dejé la carpeta, llamé a la casa. Mi mamá respondió, y entonces le pedí que me pasara a mi papá.