Luis Francisco, el que trabajó en la tabaquera como celador y compró hasta 4 casas con sueldo de obrero. Ese que solamente terminó primer grado y tenia la mejor letra cursiva que he visto. El que contaba que se iba al monte con una maleta llena de espejos y peines y vendía hasta la maleta para hacer dinero. Ese señor que sobrevivió dos derrames cerebrales y que no quería que le botaran nada. Mi abuelo que todo lo arreglaba con un mecate y un par de clavos y que tiraba acometidas eléctricas sin saber a ciencia cierta lo que hacia. Don Francisco, que regaba las matas todos los días a las cinco de la tarde después de tomarse el café con leche del "puntal"; justo después de la siesta. El papá de mi mamá, que tuvo que sufrir su pérdida con todos nosotros. Ese señor que se casó dos veces y tuvo 11 hijos, criando tres más. Y que cuando se tomó su último retrato pidió que le pusieran corbata, aunque tenía una chemise.
Luis Francisco, sólo recuerdo una de tus frases "mijo, si la burra lo tumba, vuélvasele a montar".
Wednesday, August 31, 2011
Thursday, August 25, 2011
Compulados
Los loros de la tía Oliva veían televisión toda la tarde. Ella ponía a cada uno (por que eran dos) en una silla en frente del aparato, para que aprendieran palabras. Pero lo único que yo les escuchaba decir era "eres tú el tesoooorooo de mamaaaaá". Lo cual resulta curioso, porque nunca escuché esa canción en la televisión.
Los loros también repetían lo que escuchaban por la reja: ¡Un helado de Coco, Señora Oliva! Porque mi tía vendía helados. Y los de Coco y Limón eran su especialidad. Así que todo el mundo en Turmero conocía sus refrescantes helados.
Ella, y mi tío Ramón eran los heladeros oficiales de la cuadra. Y ciertamente se merecían respeto, por que nunca he visto en otro lugar que vendan helados de mamón (si tienes idea de la fruta a la que me refiero -Melicocca bijuga- sabes que es casi imposible hacer jugo de esa semilla). Pero los tíos eran millonarios en paciencia, y podían hacer helados de casi cualquier cosa.
Mi hermana y yo queríamos una computadora. Ya estábamos cansados de usar Tipex (el de papelito o el de brochita) en la máquina de escribir para enmendar reportes de laboratorio o cualquier otro trabajo. Por esos días, la 486 era el top de la línea. Pero nuestro papá no podía pagar algo como eso (incluyendo el monitor VGA y la impresora EPSON LX810). Así que la tía Oliva, con sus helados y sus loros nos ayudó.
No recuerdo cuanto nos dió, pero fue suficiente para la computadora. Así que desde entonces, cualquier computadora me sabe como a Coco (o si la cosa esta muy peluda, a mamón).
Los loros también repetían lo que escuchaban por la reja: ¡Un helado de Coco, Señora Oliva! Porque mi tía vendía helados. Y los de Coco y Limón eran su especialidad. Así que todo el mundo en Turmero conocía sus refrescantes helados.
Ella, y mi tío Ramón eran los heladeros oficiales de la cuadra. Y ciertamente se merecían respeto, por que nunca he visto en otro lugar que vendan helados de mamón (si tienes idea de la fruta a la que me refiero -Melicocca bijuga- sabes que es casi imposible hacer jugo de esa semilla). Pero los tíos eran millonarios en paciencia, y podían hacer helados de casi cualquier cosa.
Mi hermana y yo queríamos una computadora. Ya estábamos cansados de usar Tipex (el de papelito o el de brochita) en la máquina de escribir para enmendar reportes de laboratorio o cualquier otro trabajo. Por esos días, la 486 era el top de la línea. Pero nuestro papá no podía pagar algo como eso (incluyendo el monitor VGA y la impresora EPSON LX810). Así que la tía Oliva, con sus helados y sus loros nos ayudó.
No recuerdo cuanto nos dió, pero fue suficiente para la computadora. Así que desde entonces, cualquier computadora me sabe como a Coco (o si la cosa esta muy peluda, a mamón).
Wednesday, June 1, 2011
Viejito
Cenando con mi hijo le pregunté que si cuando yo estuviera viejito y feo el me iba a querer. Me respondió que si, y después me preguntó que si cuando él fuera viejito y feo yo lo iba a querer.
Yo sonreí y sólo le dije: por supuesto.
Yo sonreí y sólo le dije: por supuesto.
Saturday, April 9, 2011
La franela voladora
Fue en vacaciones. En la casa de mi abuelo en Cúcuta. Más bien en el patio de la casa de al lado, que también era de él y la alquilaba a una familia de una madre sola con múltiples hijas y de un solo hijo. Las noches de agosto eran de jugar dominó, basket, cartas o simplemente hablar tonterias debajo del almendro o el mamón que adornaban el frente de las paredes verde-amarillas de esas dos casas. Las hermanas de al lado, mis tios, tias, primos, y primas. Por supuesto que las vacaciones de Diciembre eran mucho mejor. En las fiestas se sacaban los muebles para poder bailar, y eso se hacía hasta que el sol aparecía otra vez.
Aunque no recuerdo muy bien, creo que fue en uno de esos bailes. Eran los tiempos de Natusha, Diviana, y toda la locura del Merengue de finales de los 80s y principios de los 90s. Ella, con una sonrisa que competía con su cabello y una actitud de chica mala. Era la menor de las hermanas y, demás está decirlo, la más linda tambíén.
Salimos un par de veces. Como buen estudiante de bachillerato, yo vivía con un presupuesto más bien corto. Así que las cosas que hacíamos juntos eran simples e implicaban muchas caminatas. De todas formas, la pasábamos de lo mejor.
Al final de esas vacaciones, yo no sabía que darle para que me recordara así que opté por dejarle mi franela favorita.
Era blanca y sin mangas (se las quité yo mismo, por lo de la moda y el lío) y tenía al frente a Ronald Reagan sonriente y preso. La figura era en blanco y negro y su uniforme de preso tenía la bandera de los USA a colores (yo todavía estaba en la nota de luchar contra el sistema).
Yo me devolvía a Caracas temprano y decidí lo de la franela en la noche así que no se la pude dar personalmente. Entonces me aproveché del hecho de que los patios de las casas se comunicaban y lancé la franela con todo y el presidente #40 de los EEUU al otro lado de la pared.
Al parecer ella la recibió y la usó hasta que la pobre franela no pudo más. Y su mamá y sus hermanas se rieron de lo lindo durante todo ese tiempo.
Aunque no recuerdo muy bien, creo que fue en uno de esos bailes. Eran los tiempos de Natusha, Diviana, y toda la locura del Merengue de finales de los 80s y principios de los 90s. Ella, con una sonrisa que competía con su cabello y una actitud de chica mala. Era la menor de las hermanas y, demás está decirlo, la más linda tambíén.
Salimos un par de veces. Como buen estudiante de bachillerato, yo vivía con un presupuesto más bien corto. Así que las cosas que hacíamos juntos eran simples e implicaban muchas caminatas. De todas formas, la pasábamos de lo mejor.
Al final de esas vacaciones, yo no sabía que darle para que me recordara así que opté por dejarle mi franela favorita.
Era blanca y sin mangas (se las quité yo mismo, por lo de la moda y el lío) y tenía al frente a Ronald Reagan sonriente y preso. La figura era en blanco y negro y su uniforme de preso tenía la bandera de los USA a colores (yo todavía estaba en la nota de luchar contra el sistema).
Yo me devolvía a Caracas temprano y decidí lo de la franela en la noche así que no se la pude dar personalmente. Entonces me aproveché del hecho de que los patios de las casas se comunicaban y lancé la franela con todo y el presidente #40 de los EEUU al otro lado de la pared.
Al parecer ella la recibió y la usó hasta que la pobre franela no pudo más. Y su mamá y sus hermanas se rieron de lo lindo durante todo ese tiempo.
Wednesday, March 9, 2011
Veinte años
Como todos los sábados mi mamá se paró temprano y fue al mercado. Ya yo no iba con ella, por que ella había decidido ir al mercado los martes también. Así que como no tenía que traer todo el fin de semana, ya no necesitaba ayuda. Ella regresó alredor de las nueve de la mañana y se puso, como siempre, a cocinar y a cantar las canciones viejas de Radio Tiempo.
Ese día en la casa estaba tambíen una tía que estudiaba medicina, mi papá y mi hermana. Todos estaban en los cuartos y yo en la sala terminaba un reporte del laboratorio de física de cuarto año (el que daba el loco de Perth, si es que se escribe así su apellido).
Cerca de las doce del día ya estaba la comida lista y mi mamá salió de la cocina y en frente de la mesa me dijo que no se sentía bien. Yo me paré y traté de agarrarla. Ella alcanzó a decir algo acerca de un dolor y se buscó con su mano derecha detrás de la nuca. Pude sostenerla en el aire, antes de que cayera.
Se formo el alboroto y yo busqué a los Vallejos (vecinos de al lado), por que eran los que tenían carro. Y a Paiva (mi mejor amigo de la infancia), por que era el único que podía cargarla siete pisos por la escalera.
Como no cabíamos en el carro. Paiva y yo nos fuimos a pie. Primero al Periférico de Catia, donde no estaba. Y después al Perez Carreño, donde ya la habían declarado muerta hacía un rato.
La señora Imelda se murió un sábado nueve de marzo, cerca de las doce del día, hace veinte años. Ese día, además del almuerzo hecho, nos dejo a mi hermana, a mi papá, y a mí con el descomunal lío de bandearnos sin ella. Cosa que todavía estamos aprendiendo.
Ese día en la casa estaba tambíen una tía que estudiaba medicina, mi papá y mi hermana. Todos estaban en los cuartos y yo en la sala terminaba un reporte del laboratorio de física de cuarto año (el que daba el loco de Perth, si es que se escribe así su apellido).
Cerca de las doce del día ya estaba la comida lista y mi mamá salió de la cocina y en frente de la mesa me dijo que no se sentía bien. Yo me paré y traté de agarrarla. Ella alcanzó a decir algo acerca de un dolor y se buscó con su mano derecha detrás de la nuca. Pude sostenerla en el aire, antes de que cayera.
Se formo el alboroto y yo busqué a los Vallejos (vecinos de al lado), por que eran los que tenían carro. Y a Paiva (mi mejor amigo de la infancia), por que era el único que podía cargarla siete pisos por la escalera.
Como no cabíamos en el carro. Paiva y yo nos fuimos a pie. Primero al Periférico de Catia, donde no estaba. Y después al Perez Carreño, donde ya la habían declarado muerta hacía un rato.
La señora Imelda se murió un sábado nueve de marzo, cerca de las doce del día, hace veinte años. Ese día, además del almuerzo hecho, nos dejo a mi hermana, a mi papá, y a mí con el descomunal lío de bandearnos sin ella. Cosa que todavía estamos aprendiendo.
Thursday, February 10, 2011
La Biblias
La Biblia (o la palabra de Dios, como dice mi papá) estaba a la izquierda de la puerta. Encima del ceibó, sobre una carpetica tejida blanca. Abierta en un versículo que nadie sabia quien lo escogió y que al parecer tampoco nadie acostumbraba a leer. La función de este libro, sagrado para muchos, era de repotenciar nuestra fé antes de salir de la casa. Mi papá nos enseño a tocarla y después persignarnos antes de salir (al parecer los poderes celestiales de dicho material impreso se transmite por medio del tacto). Y así estábamos protegidos del "maligno" (que yo me lo imaginaba con cara de malandro y pistola). Ese compendio de historias también servía para localizar las llaves. Por que siempre que se preguntaba: Donde están las llaves? Alguien respondía: búsquelas por la Biblia.
Entre las muchas Biblias en la casa (porque había bastantes, sin incluir los catequismos y todos esos libros de primera comunión), había una especial. Fue un regalo de bodas a mis papás (si, había gente antes que las regalaba en las bodas). Era inmensa. De bordes dorados, de papel tipo enciclopedia, y figuras a todo color. Era impresionantemente grande y pesada. Se sacaba de su caja sólo en ocasiones especiales (semana santa), y después se guardaba con toda la parafernalia. A mi me encantaba ver las figuras (algunas de ella medio tenebrosas).
Entre los muchos proyectos que tengo, quiero leer la Biblia de Pe a Pa. He leído bastante de ella (doce años con Jesuitas no pasan en vano). Pero últimamente sólo uso lo que sé para sembrar dudas en los incautos que tocan a mi puerta para tratar de venderme lo del paraiso. De repente si la leo toda termino yo vendiéndole el paraiso a otros (o me vuelvo loco como decía mi tía Isabel).
Entre las muchas Biblias en la casa (porque había bastantes, sin incluir los catequismos y todos esos libros de primera comunión), había una especial. Fue un regalo de bodas a mis papás (si, había gente antes que las regalaba en las bodas). Era inmensa. De bordes dorados, de papel tipo enciclopedia, y figuras a todo color. Era impresionantemente grande y pesada. Se sacaba de su caja sólo en ocasiones especiales (semana santa), y después se guardaba con toda la parafernalia. A mi me encantaba ver las figuras (algunas de ella medio tenebrosas).
Entre los muchos proyectos que tengo, quiero leer la Biblia de Pe a Pa. He leído bastante de ella (doce años con Jesuitas no pasan en vano). Pero últimamente sólo uso lo que sé para sembrar dudas en los incautos que tocan a mi puerta para tratar de venderme lo del paraiso. De repente si la leo toda termino yo vendiéndole el paraiso a otros (o me vuelvo loco como decía mi tía Isabel).
Sunday, January 2, 2011
Carlin
Mucha gente me toma por antipático. Yo creo que es por que se me hace fácil buscar el lado jocoso de cualquier cosa. Claro que algunas veces uso esa facilidad para hacer rabiar a los demás, pero la mayoría de las veces lo hago para hacerlos reir.
Mi tio Carlín, el hermano favorito de mi mamá, podía hacer reir al más serio. Mi mamá se emocionaba mucho cuando la visitaba, y podía durar con el horas hablando y riéndose. El hacía mofa de sus hermanos, de los políticos, del sexo, de las tragedias, de los muertos y de los vivos. Mi tío Carlín se burlaba de todos, inclusive de el mismo, y mi mamá -como cualquiera de sus hermanos- simplemente la pasaba de lo mejor con el.
Entonces ahora entiendo ese aspecto de mi manera de ser (eso de psicoanálisis no es sólo cosa de psicoanalistas). Yo quisiera hacer reir a mi mamá, pero no puedo. Así que trato de hacer reir a los demás. Es lo más cercano a mi motivo final: yo quiero hacer reir como lo hacía mi tio Carlin.
Mi tio Carlin hechó su última broma el año pasado, justo el 31 de Diciembre. Sin mucho preámbulo y gracias a la herencia de mi abuelo (que no fueron vacas ni terrenos sino hipertensión y patologías cardíacas) murió temprano en la madrugada. Todos mis tios y tias entonces se reunieron como siempre lo hacían para recibir el año. Lloraron a mi tio, luego brindaron por él, y lo más seguro es que después se rieron de alguna de sus ocurrencias.
Mi tio Carlín, el hermano favorito de mi mamá, podía hacer reir al más serio. Mi mamá se emocionaba mucho cuando la visitaba, y podía durar con el horas hablando y riéndose. El hacía mofa de sus hermanos, de los políticos, del sexo, de las tragedias, de los muertos y de los vivos. Mi tío Carlín se burlaba de todos, inclusive de el mismo, y mi mamá -como cualquiera de sus hermanos- simplemente la pasaba de lo mejor con el.
Entonces ahora entiendo ese aspecto de mi manera de ser (eso de psicoanálisis no es sólo cosa de psicoanalistas). Yo quisiera hacer reir a mi mamá, pero no puedo. Así que trato de hacer reir a los demás. Es lo más cercano a mi motivo final: yo quiero hacer reir como lo hacía mi tio Carlin.
Mi tio Carlin hechó su última broma el año pasado, justo el 31 de Diciembre. Sin mucho preámbulo y gracias a la herencia de mi abuelo (que no fueron vacas ni terrenos sino hipertensión y patologías cardíacas) murió temprano en la madrugada. Todos mis tios y tias entonces se reunieron como siempre lo hacían para recibir el año. Lloraron a mi tio, luego brindaron por él, y lo más seguro es que después se rieron de alguna de sus ocurrencias.
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