El bachillerato con Jesuitas no solamente afianzó mi creencia en no creer, sino que hizo de caracter obligatorio en mi vida lo de ayudar a los demás (las dos enseñanzas se las agradezco infinitamente). Así que estando en la universidad, la que queda en Sartenejas, me hice Bombero voluntario. Los bomberos me costaron un poco de cosas. Perdí Matemática 5 (la de integrales en el espacio), y por ende perdí la beca de Funda Ayacucho . Mi papá siempre andaba malhumorado por mí durmiendo fuera de la casa cada dos días, pues las guardias eran 24x48. Llegaba a las clases semi dormido, y muchas veces saltaba de un "servicio" en una guardia para montarme en un autobús e ir para la universidad.
No me gradué en el tiempo que debía, ni tampoco con el promedio. Pero soy Bombero y doy gracias por ello.
274
Sunday, December 19, 2010
Thursday, September 23, 2010
Pasillos de Casalta
El edificio tenia 20 pisos, y cada piso ocho apartamentos. Eso hace 160 familias en total. De todas ellas, sólo un pequeño porcentaje pagaba condominio. Ciertamente mi papá siempre andaba pendiente para que nosotros fuéramos parte de esa minoría, aunque despotricaba todo el tiempo de que el era un "pendejo" por pagar mientras los otros no lo hacían.
Lo que sucedía de vez en cuando era que el condominio no tenía dinero suficiente para pagar la electricidad del edificio. Así que la luz de los pasillos, el ascensor, y la bomba de agua no funcionaban. Eramos entonces un grupo de familias que podían ser usadas en una película de esas apocalípticas (pensándolo bien, sólo faltaban los zombies). Mi mamá andaba pendiente que todo las diligencias se hicieran antes de las seis de la tarde. Cada quien en la casa tenía una linterna asignada y era recomendable siempre salir en grupos (mi papá tenía la mejor linterna, de las que tenían dos botones: uno de metal y un botoncito rojo que servía para prender la cosa de una). Si se iba a bajar (de ese piso siete donde vivíamos), uno se paraba en la puerta con la linterna a esperar. Se esperaba que alguien conocido estuviése bajando por la escalera y rápidamente se unía uno a la procesión. Al parecer el miedo cuando se comparte, disminuye su efecto.
De verdad que uno bajaba no solamente con el corazón en la boca, sino con todo el sistema circulatorio. Ya salir de noche no era tan seguro, ahora imagínense sin luz. Así que había una especie de camaradería entre aquellos que subían y los que bajaban, algo así como lo que debieron sentir en la edad media los que viajaban en caminos boscosos sin ningún tipo de iluminación. Cuando uno se encontraba a alguien, rápidamente decía "Buenas Noches", no tanto para ser educado sino para forzar a la otra persona a responder y saber si era "conocido". A veces alguien abría una puerta en uno de los pisos y un rayo de luz iluminaba los pasillos, uno medio se alegraba por que también salía una bulla que eliminaba el silencio y la soledad de las escaleras sin luz. Pero la alegría duraba poco. Muchas veces te sorprendían un grupo de muchachos bajando gritando, sólo por molestar y asustar (y los dos objetivos, por lo menos en mi caso, eran alcanzados).
Creo que de esas caminatas por escaleras oscuras me quedo el gusto por las linternas. Si me preguntan cuantas tengo en la casa, no sabría decir el número. Pero cuando lo pienso bien creo que son muy pocas.
Lo que sucedía de vez en cuando era que el condominio no tenía dinero suficiente para pagar la electricidad del edificio. Así que la luz de los pasillos, el ascensor, y la bomba de agua no funcionaban. Eramos entonces un grupo de familias que podían ser usadas en una película de esas apocalípticas (pensándolo bien, sólo faltaban los zombies). Mi mamá andaba pendiente que todo las diligencias se hicieran antes de las seis de la tarde. Cada quien en la casa tenía una linterna asignada y era recomendable siempre salir en grupos (mi papá tenía la mejor linterna, de las que tenían dos botones: uno de metal y un botoncito rojo que servía para prender la cosa de una). Si se iba a bajar (de ese piso siete donde vivíamos), uno se paraba en la puerta con la linterna a esperar. Se esperaba que alguien conocido estuviése bajando por la escalera y rápidamente se unía uno a la procesión. Al parecer el miedo cuando se comparte, disminuye su efecto.
De verdad que uno bajaba no solamente con el corazón en la boca, sino con todo el sistema circulatorio. Ya salir de noche no era tan seguro, ahora imagínense sin luz. Así que había una especie de camaradería entre aquellos que subían y los que bajaban, algo así como lo que debieron sentir en la edad media los que viajaban en caminos boscosos sin ningún tipo de iluminación. Cuando uno se encontraba a alguien, rápidamente decía "Buenas Noches", no tanto para ser educado sino para forzar a la otra persona a responder y saber si era "conocido". A veces alguien abría una puerta en uno de los pisos y un rayo de luz iluminaba los pasillos, uno medio se alegraba por que también salía una bulla que eliminaba el silencio y la soledad de las escaleras sin luz. Pero la alegría duraba poco. Muchas veces te sorprendían un grupo de muchachos bajando gritando, sólo por molestar y asustar (y los dos objetivos, por lo menos en mi caso, eran alcanzados).
Creo que de esas caminatas por escaleras oscuras me quedo el gusto por las linternas. Si me preguntan cuantas tengo en la casa, no sabría decir el número. Pero cuando lo pienso bien creo que son muy pocas.
Friday, July 30, 2010
CCPP
Se podía ir a dos salas distintas de cine y después comerse una hamburguesa en Tropi-Burger. Se podía ir a Dorsay (que como Dorsay no hay) y después comprar jabón en Sarela. Se podía ir a Finalven para sacar dinero y depositarlo en el Consolidado. Se podía comprar material para cerámica en Secoflores y despues comprar los libros para el colegio en la Libreria de Nacho. Se podia curucutear en tiendas de electrónicos que vendían todo tipo de aparatos y además alquilaban películas (Beta y VHS). Se podía subir y bajar en cualquiera de las 16 escaleras mecánicas que habían (o de repente más). Se podía comprar muebles de Rattan (gracias al cielo pasaron de moda) y además unos zapatos Lucas en la tienda Rex. Podías visitar un Sears (para los que no lo sabían, si había un Sears). Comprar comida en CADA (cuando era tan limpio que parecía de mentiras) o solamente disfrutar viendo a los cargabolsas bajar los carritos por los tres pisos de rampa. Te podías cortar el pelo, comer un helado, jugar "maquinitas", comer un golfeado, sacar la cédula, sacar la licencia,incluso una muela o una radiografía (había varios consultorias de dentistas y médicos).
El Centro Comercial Pro Patria, era uno de los centros comerciales más modernos para su época. Cuatro niveles de estacionamiento, ascensores para carros, su propia planta de tratamiento de aguas residuales,y hasta obras de arte en algunos de los lugares comunes. Lo siento "Sambiles" pero no son nada nuevo bajo el cielo.
El Centro Comercial Pro Patria, era uno de los centros comerciales más modernos para su época. Cuatro niveles de estacionamiento, ascensores para carros, su propia planta de tratamiento de aguas residuales,y hasta obras de arte en algunos de los lugares comunes. Lo siento "Sambiles" pero no son nada nuevo bajo el cielo.
Sunday, June 20, 2010
Familia
Cada vez que pienso en mi "familia" termino pensando en un montón de gente. Es una lista que crece sin darme cuenta y que a veces me parece injusto no meter a todo el mundo.
Estando todavía en el liceo, una señora estuvo viviendo en la casa porque su hija necesitaba un tratamiento médico en Caracas. Ella y su hija se quedaron en Casalta por un tiempo más bien largo, y nuestra relación creció de tal manera que somos familia sin serlo. Ella estuvo conmigo y mi hermana durante un tiempo de nuestra adolescencia donde hacía falta una señora que lo recibiése a uno con una sonrisa y lo viera a uno comer lo que se había recién cocinado.
Esa señora nos quiere como sus hijos y yo la trato como una de mis madres. Y cada vez que tengo la oportunidad de hablar con ella por teléfono, gasta todas las bendiciones que le tocaban ese día en mí. Ella es de los andes. Con un brazo fuerte para abrazar y para zarandear (porque también sabe regañar). Así que la Señora Flor es otra de mis mamás (al parecer existe un comando paramaternal que auxilia aquellos que nos quedamos sin madre a temprana edad).
Pero como siempre, hay malas noticias. Su hijo menor, el último de cuatro y sólo tres años menor que yo, murió hace poco.
Para bien o para mal, veo la muerte con la indiferencia del que por experiencia conoce que ese estado toca sin remedio y que no es justo o injusto sino sólo otra cosa más que pasa. Pero no puedo evitar pensar en la Señora Flor y su dolor. Simplemente, ningún padre debería sobrevivir a sus hijos.
Estando todavía en el liceo, una señora estuvo viviendo en la casa porque su hija necesitaba un tratamiento médico en Caracas. Ella y su hija se quedaron en Casalta por un tiempo más bien largo, y nuestra relación creció de tal manera que somos familia sin serlo. Ella estuvo conmigo y mi hermana durante un tiempo de nuestra adolescencia donde hacía falta una señora que lo recibiése a uno con una sonrisa y lo viera a uno comer lo que se había recién cocinado.
Esa señora nos quiere como sus hijos y yo la trato como una de mis madres. Y cada vez que tengo la oportunidad de hablar con ella por teléfono, gasta todas las bendiciones que le tocaban ese día en mí. Ella es de los andes. Con un brazo fuerte para abrazar y para zarandear (porque también sabe regañar). Así que la Señora Flor es otra de mis mamás (al parecer existe un comando paramaternal que auxilia aquellos que nos quedamos sin madre a temprana edad).
Pero como siempre, hay malas noticias. Su hijo menor, el último de cuatro y sólo tres años menor que yo, murió hace poco.
Para bien o para mal, veo la muerte con la indiferencia del que por experiencia conoce que ese estado toca sin remedio y que no es justo o injusto sino sólo otra cosa más que pasa. Pero no puedo evitar pensar en la Señora Flor y su dolor. Simplemente, ningún padre debería sobrevivir a sus hijos.
Wednesday, May 12, 2010
Ciencífico
Si, eso era lo que quería ser yo cuando era niño: ciencífico. Lo impresionante de la cosa es cómo esa idea se me vino a la mente. Mi contacto con todo lo que tuviera que ver con indagar acerca del mundo y hacer preguntas estuvo plagado de locuras. A las prueba me remito:
- Siempre recuerdo la explicación de mi papá cuando le pregunté que porqué la naranja era dulce: "Dios le puso azúcar adentro". Literalmente yo me imaginaba un tipo barbudo (así lo pintaban en los libros de catecismo) con una cuchara poniéndole azucar naranja por naranja, árbol por árbol. Por eso lo de la fotosíntesis y todo el lío de las plantas siempre me pareció en el colegio cosa de mentiras.
- Una vez al preguntarle a una profesora en 6to grado que porqué mi carrito de baterias prendía las luces cuando no tenía pilas y lo hacía rodar a la fuerza (cuando se hace eso el motorcito funciona como un generador y puede hacer prender las luces), simplemente me dijo que en el aire había electricidad y que de repente el carrito la "atrapaba". Me tomó llegar a Electricidad en Noveno año para poder explicarme el fenómeno.
- Cuando le preguntaba a mi mamá acerca de cualquier aparato-artefacto-cosa de la casa del cual yo no sabía su utilidad, ella salía con su "para que no llueva". Ya después simplemente no preguntaba.
- Había que cuidarse para no enfermarse, y en caso de que sucediera se iba para un doctor que no era santo (osea no podía hacer milagros). Pero además se le rezaba a un Santo que si había sido doctor (que además si podía obrar milagros).
- Se nos decía que la brujería no existía pero "de que vuelan vuelan" (si esto no es la perfecta contradicción, por lo menos se le parece mucho).
Ahora como soy la persona que tiene que dar explicaciones (de verdad que los niños preguntan bastante), no uso la carta de lo "desconocido". Lo que puedo explicar lo hago de manera sencilla, y lo que no simplemente digo "todavía se está tratando de averiguar". Por que ser Ciencífico es eso, es estar convencido de que aunque no tenemos la explicación de todo; todo debe tener una.
- Siempre recuerdo la explicación de mi papá cuando le pregunté que porqué la naranja era dulce: "Dios le puso azúcar adentro". Literalmente yo me imaginaba un tipo barbudo (así lo pintaban en los libros de catecismo) con una cuchara poniéndole azucar naranja por naranja, árbol por árbol. Por eso lo de la fotosíntesis y todo el lío de las plantas siempre me pareció en el colegio cosa de mentiras.
- Una vez al preguntarle a una profesora en 6to grado que porqué mi carrito de baterias prendía las luces cuando no tenía pilas y lo hacía rodar a la fuerza (cuando se hace eso el motorcito funciona como un generador y puede hacer prender las luces), simplemente me dijo que en el aire había electricidad y que de repente el carrito la "atrapaba". Me tomó llegar a Electricidad en Noveno año para poder explicarme el fenómeno.
- Cuando le preguntaba a mi mamá acerca de cualquier aparato-artefacto-cosa de la casa del cual yo no sabía su utilidad, ella salía con su "para que no llueva". Ya después simplemente no preguntaba.
- Había que cuidarse para no enfermarse, y en caso de que sucediera se iba para un doctor que no era santo (osea no podía hacer milagros). Pero además se le rezaba a un Santo que si había sido doctor (que además si podía obrar milagros).
- Se nos decía que la brujería no existía pero "de que vuelan vuelan" (si esto no es la perfecta contradicción, por lo menos se le parece mucho).
Ahora como soy la persona que tiene que dar explicaciones (de verdad que los niños preguntan bastante), no uso la carta de lo "desconocido". Lo que puedo explicar lo hago de manera sencilla, y lo que no simplemente digo "todavía se está tratando de averiguar". Por que ser Ciencífico es eso, es estar convencido de que aunque no tenemos la explicación de todo; todo debe tener una.
Tuesday, April 27, 2010
303
Había una clase que se llamaba Educación de la Fé (no voy a entrar en polémicas con ese nombre, que espero lo hayan cambiado). En séptimo año la daba casualmente alguien con mi mismo nombre. En una ocasión, para una de las clases, estábamos escuchando y analizando canciones de moda. Al parecer no nos dábamos cuenta de cómo se nos manipulaba con los merengues que sonaban cada rato en la radio. Era la época de Roberto Antonio, Wilfrido, Sergio Vargas, las Chicas del Can y demás (quisiera ver haciendo algo similar con los fulanos reggaetones de ahora). La canción: Cuarto de Hotel de Bonny Cepeda. El profesor tenía un grabador donde ponía la canción a sonar por unos instantes y después hablábamos de la letra. En una de esas la canción decía: "donde ella pasó a ser de niña a mujer". Y el profesor estaba tratando de explicar que estaba errado pensar que una niña se convertía en mujer al momento de tener sexo. Como argumento preguntó: "¿Osea que en este salón sólo hay niñas?".
Como los pocos lectores de estas líneas sabrán, no solamente me gusta buscarle las cinco patas al gato (como decía mi mamá). Sino que además siento una serena satisfacción al mostrarle el gato a todo el mundo. Así que yo apunté: "Creo que eso no nos consta a ninguno aquí".
El tocayo sólo respondió: ¡Te me sales del salón!
Yo me salí en el acto, pero pensando en la observación que iba a poner en la "Carpeta" (si sentiste un friíto en la espalda al pensar en la "Carpeta" que el semanario cargaba para arriba y para abajo somos contemporáneos). Empenzé a pensar en mi estrategia para que la observación fuera anulada por el Jefe de Seccional. Pensaba en decirle que a menos que alguien hiciése una prueba a todo el mundo, en ningún momento le falté el respeto a nadie. Así estuve pensando por el resto de la hora que duró la clase, sentado en la escalera.
El salón salió de clase. Algunas de las muchachas me vieron con ojos medio feos. Mi tocayo no me dijo nada, y el semanario me mostró la carpeta. Ciertamente el profesor de "Educación de la Fé" no puso ninguna observación. Supongo que el profesor creyó que no valía la pena entrar en discusiones acerca de fé y virginidades con un chamín que ni siquiera se había desarrollado.
Como los pocos lectores de estas líneas sabrán, no solamente me gusta buscarle las cinco patas al gato (como decía mi mamá). Sino que además siento una serena satisfacción al mostrarle el gato a todo el mundo. Así que yo apunté: "Creo que eso no nos consta a ninguno aquí".
El tocayo sólo respondió: ¡Te me sales del salón!
Yo me salí en el acto, pero pensando en la observación que iba a poner en la "Carpeta" (si sentiste un friíto en la espalda al pensar en la "Carpeta" que el semanario cargaba para arriba y para abajo somos contemporáneos). Empenzé a pensar en mi estrategia para que la observación fuera anulada por el Jefe de Seccional. Pensaba en decirle que a menos que alguien hiciése una prueba a todo el mundo, en ningún momento le falté el respeto a nadie. Así estuve pensando por el resto de la hora que duró la clase, sentado en la escalera.
El salón salió de clase. Algunas de las muchachas me vieron con ojos medio feos. Mi tocayo no me dijo nada, y el semanario me mostró la carpeta. Ciertamente el profesor de "Educación de la Fé" no puso ninguna observación. Supongo que el profesor creyó que no valía la pena entrar en discusiones acerca de fé y virginidades con un chamín que ni siquiera se había desarrollado.
Wednesday, March 31, 2010
Mapa hablado
Los bebederos eran verdes y quedaban en frente del parque. El parque no era muy grande pero lo suficiente para que todo un salón lo disfrutara a la hora del recreo. Así que había un calendario para que cada sección lo usara. Al lado del parque estaba la cantina, con sus árboles, bancos y un espacio donde se jugaba pelotica de goma. Frente a los árboles estaba la cancha de volleyball y a lo largo del paredón los cuatro transportes amarillos del colegio. Si seguías de la cancha de volleyball a la derecha, te ibas a encontrar a la dirección en la esquina y además ibas a entrar al patio interno. El patio interno tenía más arboles con sus respectivos bancos. Tambíen algunos juegos pintados en el piso (sólo recuerdo "la candelita" con sus cuatro cuadros en cuatro esquinas). Todos los salones desde primero hasta cuarto grado estaban alrededor de este patio. Ahora bien, si seguías de la cancha recto, o la izquierda, te ibas a tropezar con la cancha de basket. Al terminar la cancha de basket podías elegir tres caminos (de izquierda a derecha), (1) el portón (del mismo lado que el paredón), (2) un corredor que iba al baño de niñas y a los salones de 5to y 6to, ó (3) un pasillo que conducía al baño de niños y al patio interno. Si tomabas el camino hacia los salones de 5to y 6to, se podía caminar hasta llegar nuevamente por detrás del parque y a donde estaban los bebederos.
Como nota curiosa, si te parabas cerca del portón y mirabas hacia el patio interno podías ver la iglesia que parecía una escalera. En el tope se podía ver la cruz, que estaba doblada. Los cuentos de patio decían que un loco se subió y la dobló. Y que todavía aparecía en los alrededores.
Sólo toma seis años y unos cuantos recreos aprenderse todo esto.
Como nota curiosa, si te parabas cerca del portón y mirabas hacia el patio interno podías ver la iglesia que parecía una escalera. En el tope se podía ver la cruz, que estaba doblada. Los cuentos de patio decían que un loco se subió y la dobló. Y que todavía aparecía en los alrededores.
Sólo toma seis años y unos cuantos recreos aprenderse todo esto.
Wednesday, March 24, 2010
Cuidado eh, cuidado
Era como invisible. Nadie sabía donde se la pasaba ni hacia adonde iba. Aparecía de repente, era como que sus zapatos no sonaran al pisar el granito de los pasillos. Creo que tenía puertas secretas en todas las escaleras y en todas las seccionales. Además de un olfato casi perfecto para detectar que te estabas metiendo en problemas. Tratando de iniciar una pelea o de agarrarle la mano a tu novia, lo que fuera. El iba a llegar con sus lentes gruesos y su sweater azul, deteniéndote en el acto con uno de sus índices arriba diciendo: cuidado eh, cuidado. Después se marchaba como llegó, levitando, con los brazos cruzados y sin hacer ningún ruido.
El apellido del perfecto policía de mis tiempos en el liceo era Asarta.
El apellido del perfecto policía de mis tiempos en el liceo era Asarta.
Wednesday, March 3, 2010
Cuenta cuentos
Todas las noches mi hijo, antes de dormir y despues de leer, me pide religiosamente tres historias. Me gusta inventar cuentos y en realidad a veces logro arrancarle al loquito risas que alimentan mi imaginación. Pero el que sabe contar historias es mi papá.
Para él es fácil. Mi papá no tiene que inventar nada; toda su vida es una historia que parece de mentiras.
Nacido en la ciudad, huérfano de madre a los nueve, criado en el campo por una tía, dado por muerto cuando era adolescente, paseando de hacienda en hacienda como jornalero hasta cruzar fronteras, infinidades de trabajos y oficios... Mi papá sólo escogía un segmento de su vida, lo exponía y la cosa le salía como un delicioso cuento corto.
Del como un Zorrillo baño a un compañero cuando era mesonero en el Hotel Humbolt (si el mismo del Avila), de como encontró un pozo que echaba humo con peces dorados en una cueva en el campo cuando venía de la escuela, de la vez que se cortó un pie con un hacha que un primo dejo boca arriba debajo de un árbol a manera de broma, de cuando dejó de fumar por que vió un ferrocarril y se le pareció a el, de mi tio el mocho que una vez apostó la prótesis jugando billar (la de la pierna derecha que la perdió jugando en las líneas del tren), de la vez que lo llevaron preso por responderle a un policía, de como entró a la academia de la Guardia Nacional y la cosa era tan fea que en el primer permiso que tuvo se escapó, de como dormía en un ataud cuando trabajaba en una funeraria en los andes y casi mata de un susto al dueño, de como cuando pidió la mano de mi mamá en el patio y mi abuelo le preguntó que "¿qué tenía?" y mi tio Joselín salió del baño diciendo "¿papá y usted que tenía cuando se casó?, ...
Viéndola bien, al final de todo, lo interesante de la vida es poder contarla. Echa un cuento entonces, que algo queda.
Para él es fácil. Mi papá no tiene que inventar nada; toda su vida es una historia que parece de mentiras.
Nacido en la ciudad, huérfano de madre a los nueve, criado en el campo por una tía, dado por muerto cuando era adolescente, paseando de hacienda en hacienda como jornalero hasta cruzar fronteras, infinidades de trabajos y oficios... Mi papá sólo escogía un segmento de su vida, lo exponía y la cosa le salía como un delicioso cuento corto.
Del como un Zorrillo baño a un compañero cuando era mesonero en el Hotel Humbolt (si el mismo del Avila), de como encontró un pozo que echaba humo con peces dorados en una cueva en el campo cuando venía de la escuela, de la vez que se cortó un pie con un hacha que un primo dejo boca arriba debajo de un árbol a manera de broma, de cuando dejó de fumar por que vió un ferrocarril y se le pareció a el, de mi tio el mocho que una vez apostó la prótesis jugando billar (la de la pierna derecha que la perdió jugando en las líneas del tren), de la vez que lo llevaron preso por responderle a un policía, de como entró a la academia de la Guardia Nacional y la cosa era tan fea que en el primer permiso que tuvo se escapó, de como dormía en un ataud cuando trabajaba en una funeraria en los andes y casi mata de un susto al dueño, de como cuando pidió la mano de mi mamá en el patio y mi abuelo le preguntó que "¿qué tenía?" y mi tio Joselín salió del baño diciendo "¿papá y usted que tenía cuando se casó?, ...
Viéndola bien, al final de todo, lo interesante de la vida es poder contarla. Echa un cuento entonces, que algo queda.
Wednesday, February 17, 2010
Ponga lo que usted quiera
Nunca tuve problemas de disciplina en mis doce años en el Jesús Obrero, pero en una ocasión me llamaron al representante. Que como ocurre en casi todas las familias, era mi mamá. El asunto tenía que ver con un profesor que no le gustó que yo, estando en noveno año, pusiera en evidencia que el pedagogo no tenía claro como usar gráficas. Este profesor se aprovechó de un cruce de palabras que tuve con un seminarista para llamar a mi señora madre a la seccional. El intercambio verbal con el discípulo de Loyola me lo permití basicamente porque eso nos enseñaban: que todos eramos iguales, inclusive a la hora de reclamar.
Era el viernes antes de la Semana Santa y con todo el dolor de mi alma (tenía una invitación de un tío para Margarita), al llegar a Casalta le conté lo sucedido a la Señora Imelda. Ella me dijo que me fuera tranquilo. El lunes siguiente de Domingo de resurección ella fue y habló con el seminarista. No vale la pena entrar en detalles en esa discusión, pero en honor a la verdad en todo el lío el único que uso grocerias fue ese señor. Ese día el profesor de las gráficas no apareció por ningún lado, así que mi mamá se fue. Más tarde, al enterarse que no pudo hablar con ella, el tipo exigió que tenía que verla el día siguiente.
Mi mamá llena de paciencia (uno de sus atributos) volvió a ir al colegio. En la seccional escuchó atentamente lo que dijo el profesor. Como respuesta ella simplemente dijo que en nueve años solamente había escuchado comentarios positivos acerca de mi y que no creía que súbitamente yo hubiése cambiado.
Y acá fue cuando la cosa se puso épica.
El profesor dijo:
-Lo siento señora pero va a tener que firmar el libro de vida.
Mi mamá calmada respondió:
- Lo siento pero yo no creo que eso sea necesario, así que no voy a firmar nada.
El profesor añadió:
- Bueno si usted va a asumir una actitud rebelde como la de su hijo tendré que dejar sentado por escrito en el libro que usted no quizo firmar.
Entonces mi mamá en un tono lapidario finalizó:
- Ponga lo que usted quiera. Y si eso es todo, que tenga un buen día.
Ella se paró, se volteó y salió de la oficina. Yo la seguí corriendo, con un cocktail de emociones -júbilo, susto, alegría y orgullo-. La acompañé hasta la salida del liceo, no nos dijimos nada. Le pedí la bendición y me regresé sonriendo, pensando que cuando fuera grande y tuviera hijos quería ser como ella.
Era el viernes antes de la Semana Santa y con todo el dolor de mi alma (tenía una invitación de un tío para Margarita), al llegar a Casalta le conté lo sucedido a la Señora Imelda. Ella me dijo que me fuera tranquilo. El lunes siguiente de Domingo de resurección ella fue y habló con el seminarista. No vale la pena entrar en detalles en esa discusión, pero en honor a la verdad en todo el lío el único que uso grocerias fue ese señor. Ese día el profesor de las gráficas no apareció por ningún lado, así que mi mamá se fue. Más tarde, al enterarse que no pudo hablar con ella, el tipo exigió que tenía que verla el día siguiente.
Mi mamá llena de paciencia (uno de sus atributos) volvió a ir al colegio. En la seccional escuchó atentamente lo que dijo el profesor. Como respuesta ella simplemente dijo que en nueve años solamente había escuchado comentarios positivos acerca de mi y que no creía que súbitamente yo hubiése cambiado.
Y acá fue cuando la cosa se puso épica.
El profesor dijo:
-Lo siento señora pero va a tener que firmar el libro de vida.
Mi mamá calmada respondió:
- Lo siento pero yo no creo que eso sea necesario, así que no voy a firmar nada.
El profesor añadió:
- Bueno si usted va a asumir una actitud rebelde como la de su hijo tendré que dejar sentado por escrito en el libro que usted no quizo firmar.
Entonces mi mamá en un tono lapidario finalizó:
- Ponga lo que usted quiera. Y si eso es todo, que tenga un buen día.
Ella se paró, se volteó y salió de la oficina. Yo la seguí corriendo, con un cocktail de emociones -júbilo, susto, alegría y orgullo-. La acompañé hasta la salida del liceo, no nos dijimos nada. Le pedí la bendición y me regresé sonriendo, pensando que cuando fuera grande y tuviera hijos quería ser como ella.
Thursday, January 28, 2010
Una noche de esas
El litro de leche venía en un cartón azul. Era Carabobo. En realidad no era un litro, el paquete lo decía clarito: 750 ml. Desde pequeño he tenido la costumbre de leer el envoltorio de casi todo (y creo que mi hijo lo heredó). De todas formas mi mamá me daba un fuerte y me mandaba a comprar el litro de leche y 2,50 en pan francés. Yo bajaba los siete pisos, cruzaba al lado de la cancha, bajaba las escaleras que llevaban al Bloque 30 y al final volteaba a la derecha. La Panadería se llamaba Flor de Casalta. Y para hacer honor a las cosas, todos los que trabajaban en la panadería eran de ascendencia portuguesa.
El pan caliente salía como a las 5:00. Yo bajaba un poco antes para poder regresar y ver Mazinger. Los panes eran 4 por Bolívar. Pero no siempre yo regresaba con diez panes. En ocasiones sólo traía nueve y subía las escaleras masticando un Papa-Upa de medio.
La cena era frente al televisor. Se acababa conmigo lavando los platos y mi hermana secándolos, o viceversa. Con tiempo suficiente para otro poco de televisión, preparar el uniforme, los cuadernos, y acostarse a dormir. Era fácil tener nueve años.
El pan caliente salía como a las 5:00. Yo bajaba un poco antes para poder regresar y ver Mazinger. Los panes eran 4 por Bolívar. Pero no siempre yo regresaba con diez panes. En ocasiones sólo traía nueve y subía las escaleras masticando un Papa-Upa de medio.
La cena era frente al televisor. Se acababa conmigo lavando los platos y mi hermana secándolos, o viceversa. Con tiempo suficiente para otro poco de televisión, preparar el uniforme, los cuadernos, y acostarse a dormir. Era fácil tener nueve años.
Subscribe to:
Comments (Atom)